Ni el pormenor simbólico de reemplazar un tres por un dos
ni esa metáfora baldía que convoca un lapso que muere y otro que surge
ni el cumplimiento de un proceso astronómico
aturden y socavan la altiplanicie de esta noche
y nos obligan a esperar las doce irreparables campanadas.
La causa verdadera es la sospecha general y borrosa del enigma del Tiempo;
es el asombro ante el milagro de que a despecho de infinitos azares,
de que a despecho de que somos las gotas del río de Heráclito,
perdure algo en nosotros: inmóvil,
algo que no encontró lo que buscaba.
Jorge Luis Borges.
martes, 27 de noviembre de 2007
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