lunes, 24 de marzo de 2008

No quepo en el molde.


Desde la mujer que soy, a veces me da por contemplar aquellas que pude haber sido; las mujeres primorosas, hacendosas, buenas esposas, dechado de virtudes, que deseara mi madre.
No sé por qué la vida entera he pasado rebelándome contra ellas. Odio sus amenazas en mi cuerpo. La culpa que sus vidas impecables, por extraño maleficio, me inspiran. (…)
Estas mujeres, sin embargo, me miran desde el interior de los espejos, levantan su dedo acusador y, a veces, cedo a sus miradas de reproche y quiero ganarme la aceptación universal, ser la “niña buena”, la “mujer decente”, la Gioconda irreprochable.
Sacarme un diez en conducta con el partido, el estado, las amistades, mi familia, mis hijos y todos los demás seres que abundantes pueblan este mundo nuestro. (…)
Porque no quepo en el molde perfecto de sus sueños. Porque me atrevo a ser esta loca, falible, tierna y vulnerable, que se enamora como alma en pena de causas justas, hombres hermosos, y palabras juguetonas. (…)
No culpo a nadie. Más bien les agradezco los dones. No me arrepiento de nada, como dijo Edith Piaf. (…) Esta mujer de pechos en pecho y caderas anchas que, por mi madre y contra ella, me gusta ser.


No me arrepiento de nada. Gioconda Belli.

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